Feb 2, 2007

metadesquisia

No puedo dormirme. Pienso: no quiero ser más humana. Salgo a correr para despejarme, para dejar de pensar; pero no corro, troto. Troto apoyando solo la punta de los pies, con los brazos pegados al cuerpo y la cabeza que no me pesa nada. Intento ser más veloz, despego los brazos de mis lados, intento saltar para apurarme y me caigo, de cara al piso. Me resigno y sigo trotando se puntillas, ahora los brazos cuelgan a mis costados, como muertos no me ayudan a impulsarme. Me entrego a esa lentitud y pienso: no quiero más ser humana. Un perro extraño se acerca atlético a mi lado; casi me pasa por el envión que trae su corrida pero disminuye el paso y me mira. Noto que me mira con compación, quizá teñida de asco. Me habla pero solo veo como mueve el hocico babiento, no escucho nada más que mi respiración forzosa, tengo la boca seca, quisiera tener algo de toda esa baba. El perro asume que lo ignoro y me lanza un mordisco arrancándome un brazo, lo sacude enajenado, lo mastica un poco y se lo traga casi entero; mientras, me mira satisfecho. Yo sigo trotando pero ahora me acompaña un movimiento de vaivén que se hace más pronunciado cuando doy el paso del lado en que me quedó el brazo colgando. Creo por un momento que el perro va a adelantar el paso y luego a desaparecer delante mío; pero persiste allí a mi lado, y en su expresión ha vuelto la compación. No quiero mirarlo por miedo a ofenderlo, y trato de contener el vaivén para no salpicarlo con la sangre que chorrea del hueco de mi brazo. Él se da cuenta de mi consideración y entre la espuma de su morro descubro una sonrisa. Me agito más en la respiración, las piernas no están cansadas pero siento que el pecho me va a estallar. La sonrisa de aquel perro extraño me da miedo y me contengo de mirarlo. De repente siento una embestida en uno de mis gluteos, intento acelerar el paso inútilmente, el vaivén se hace más pronunciado. Logro darme vuelta con la cabeza, sin frenar el paso; un pedazo de mi carne está en suelo y a unos metros el perro se devora otro, totalmente poseído. Pienso: no quiero ser más humana. El perro se acerca nuevamente, ha crecido, casi me alcanza en altura. Está todo cubierto de baba y sangre mía, trota como triunfante y yo no entiendo lo que sucede, me sonríe con más énfasis, como buscando mi comprensión. Ya no estoy trotando, creo que ruedo. Sin que me diera cuenta el perro me ha arrancado las dos piernas de un mordizco. Voy rodando cuesta abajo, pues la calle es empinada. De todos modos aun puedo ver a mi alrededor, es más, veo más claramente que antes, tengo a mi disposición múltiples perspectivas, y el dolor de mi pecho ha cesado. Se termina la bajada y el perro comienza a empujarme con el hocico, yo ruedo. Inesperadamente escucho una voz, me doy cuenta al instante de que se trata del perro que me ha venido devorando. Mientras termina de comerse, ya delicadamente, los últimos trozos de mi cuerpo, siento que el cemento se transforma en pasto, y el pasto en aire. Una nube verde y hedionda lo cubre todo, el perro me habla: "Aquí nos despedimos, ya nunca volveremos a encontrarnos. Quiero agradecerte lo fácil que has hecho mi trabajo. Te deseo buena suerte. Te aconsejo que te conformes con los desperdicios, son un excelente alimento, y que no te acerques nunca a los humanos, puedes poner en riesgo tu vida".

No comments: